martes, 21 de agosto de 2012

No way when love comes to you.


Cap. 1
Año 1950.
-¡Eh Dustin! No llegues muy tarde - mamá me gritaba desde la ventana del cuarto piso, que era nuestra casa.
-¡Sí, vale! - grité mientras corría por la plaza, mientras sostenía el balón mugriento que mi padre me había regalado. Nunca he llegado a saber de él, aunque la intriga me llenó desde el primer momento que,  tuve la certeza de que todos tenían uno, y yo... pues carecía de él.
 Allí, me esperaban, Max, con sus rizos alborotados, y sus ojos francos y azules, Paul, el más gracioso de todos nosotros, positivo como nadie, Zack que me miraba receloso, tal y como siempre hacía, y  Nick, el más pequeño de la pandilla, que tenía una sonrisa tan cálida, que podía alumbrar en la mayor oscuridad.
-¡Hola Dust!- dijeron a coro.
-¿Qué tal chicos?- sonrío, de una manera tan apacible, que todos me imitan- ¿Vamos ya?
Su única respuesta, es salir corriendo, almas desperdigadas llevadas por la diversión. Éramos unos, renacuajos, no esperábamos, o, siendo más justo, no esperaba, perder y ganar tanto en tan sólo un día.
En mi posición de central, vi, por el rabillo del ojo, que un coche, de aspecto lujoso se acerca y para frente al edificio en el que vivo. Luego, percibo que una silueta femenina, una niña de unos seis años baja, después de que un hombre le habrá la puerta a ella y a otro señor. Ella atusó su pelo y el hombre que le acompaña toca en unos de los telefonillos, y hace bajar a mi madre ¿Por qué hace eso?
Hablaron con ella, y pude visualizar que estaba muy alterada, ya que no paraba de gritar, entonces yo decidí acercarme y me interpongo entre los que están allí.
-Por favor, no tengo a donde ir, ayúdeme.-Le rogó mi madre.
-Bueno...Lo único que puedo hacer es daros a ti y a tu hijo trabajo, él todavía es muy pequeño por lo que veo, pero cuando sea más grande puede ayudar en el jardín y usted hacer de limpiadora o de cocinera.
-Muchas Gracias señor, de verá me acaba de salvar la vida a mí y a mi hijo.
-Pero tendréis que mudaros ahora mismo.
-Como ordene.
Me quedé mirando a la niña y mi mente hizo algo parecido a un análisis morfológico; pelo color ceniza, ojos oscuros, piel tersa y blanca como la nieve, labios carnosos y muy rosas.
-Antes de irme me tienes que firmar los papeles de la casa.
-Entremos adentro.
-Vale.
-Mamá me voy otra vez a jugar.
-Vete con cuidado. Si quieres ve con él.-Le dijo mi madre a la niña.
-Evangeline ¿Quieres ir con él?-Le preguntó el señor.
-Bueno, yo no sé..., ¿De veras me dejas ir papá?
-Sí, claro, pero mucho cuidado.
Ella fue detrás de mí.
-Me llamo Dustin.-Le salude estirándole la mano, pero no la aceptó, ni si quiera abrió la boca.-¿Cuantos años tienes?
-6 años, ¿y tú?-Me respondió con voz angelical.
-8, ¿Te gusta jugar al fútbol?
-Yo, ¿Una señorita como yo jugando al fútbol?
-Mmm... Sí, ¿Por que no?
-Porque no.
-Tu lo flipas tía.
-¿Fli...qué?
-Flipas, ¿me vas a decir qué no sabes lo qué es?
-Mejor dejémoslo.
-Eres la mar de rara, Eva, no entiendo como...- ella jamás sabría lo que yo no entendía, porque en aquel momento, como sí de una bomba atómica se tratase, sus ojos se enfilaron hacia mí, y, por su expresión alterada, diríase que le había dicho el peor de los insultos.
-¿Cómo me has llamado?-chilló enervada.
-E..Eva - no comprendí nada, hasta que minutos después, su rabia, aumentó más si cabe, y me soltó de mala manera:
-¡Yo no me llamo Eva, sino Evangeline!
-Yo sólo trataba de ser amable contigo, que podamos ser amigos. Yo siempre les pongo un diminutivo a todos.-le expliqué apaciblemente. Para mí, ella estaba sacando las cosas de quicio, y era algo tan normal, que no tenía otra salida,más que enseñarle que no era ninguna depravadez- Mira, yo voy a ir a tu casa, y quiero que esto se haga ameno. ¿Tú no?
Esperaba una respuesta, reacción, palabra. Pero en cambio, los ojos de aquella niña tan extraña tan sólo me miraban, expectantes, profundos. .Mis amigos esperaban tras de mí y,el silencio lo rompió de una forma no muy elegante Paul.
-¡Vaya! ¿Por qué no nos presentas a tu nueva amiga? Me llamo Paul- extendió una mano, pero ella, indiferente, tan sólo se acercó más a mí, y suplicante, rozó mi mano.
-¿Qué le pasa? ¿Es muda?
-No, solo es tímida. Creo.-Respondí mirandola.
-No es que sea tímida, sino que no me gusta hablar con gente como vosotros.
-Pero mira lo que nos ha dicho la princesita...-Le siguio Nick.
-Tienes razón yo soy una princesa, y vosotros sos mis plebellos.
-Claro que si princesa.-Se burlaron todos mientras hacian una reverencia, y se partían de risa.
-Vale, vale, parad.-Les seguí- Vámonos-ordené mientras me volvía, dejándoles atrás, luego, mirándolos de nuevo susurré- ya hablaremos.
-Mira, a mí no me gusta la gente como tú, pero, he de ser sincera y justa, gracias por salvarme de ellos.
-¿Cómo que la gente como yo?-pregunté, ofendido.
-Bueno...¿Cómo decirlo? las personas que...-mis ojos la escutraban, pozos negros que buscaban luz.
-Déjalo, prefiero no saberlo. Creo que nos esperan...-el mismo coche negro que la había traído hasta aquí, ahora la reclamaba.
-Me esperan- hizo énfasis en el "me" y me di cuenta de lo que pasaba con aquel ángel caído del cielo; era una niña pija, justo el tipo de niña que siempre había odiado, el tipo de niña que necesitaba para salir de esa pobreza.
Salí corriendo a casa, y vi al entrar, que mamá recogía las cosas que necesitaríamos en la nueva casa. El pasado era historia, todo aquello que me había hecho llorar día tras día, estaba a punto de acabarse.
Íbamos a ser, al fin, nuevos.

By Lexy Braun and Adriana Bruce.



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